La huella de carbono de nuestra movilidad
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El cambio climático es consecuencia de la emisión a la atmósfera de gases con efecto invernadero, como son el Dióxido de Carbono (CO2), metano (CH4), óxido nitroso (N2O), hidrofluorocarbonos (CHF3), perfluorocarbonos (PFC) y hexafluoruro de azufre (SF6). Los seres humanos producen estos gases cuando queman combustibles fósiles para producir energía, deforestan los bosques para hacer papel o dedicar ese terreno a la agricultura o ganadería, producen alimentos o gestionan los residuos y las aguas residuales urbanas (Fuente: World Resource Institute).
La principal fuente de emisiones de estos gases es la producción de energía que puede ser utilizada en el transporte, la producción de electricidad, la generación de calor en edificios o en determinados procesos industriales.
Para cuantificar en qué medida estos gases contribuyen al cambio climático se utiliza la herramienta conocida como HUELLA DE CARBONO. Nos permite medir cuantas emisiones de estos gases se generan al realizar una actividad humana.
Como cada gas contribuye al cambio climático de forma diferente, al medir estas emisiones, se transforma la emisión de cada uno de ellos en unidades equivalentes de CO2. Por ejemplo, una unidad de hexafluoruro de azufre contribuye al cambio climático 11700 veces más que una unidad de CO2. Por tanto, los cálculos de huella de carbono se suelen expresar en unidades equivalentes de CO2, aunque se hayan analizado las emisiones de todos los gases.
Hay diferentes formas de medir la huella de carbono como son el GHG Protocol, PAS 2050 o ISO 14067. Todos funcionan de forma similar y analizan detalladamente las emisiones que se producen al elaborar un producto o en las actividades que realiza una entidad. La finalidad de estos procedimientos es conocer los procesos donde se genera mayor cantidad de emisiones y establecer mecanismos de reducción de las emisiones identificadas. No se queda en el cálculo de un valor, sino que muestra un proceso de mejora continua para reducir las emisiones.
Las emisiones procedentes del sector del transporte representan en torno al 20% del total de emisiones de la UE. Con el fin de cumplir los objetivos relativos a cambio climático, es necesario que las emisiones procedentes de este sector se hayan reducido en un 60% en 2050. En ese sentido, del 71 % de las emisiones provocadas por el transporte, dos tercios corresponden a los automóviles (Comisión Europea, 2014). Promover la movilidad sostenible contribuiría en gran medida a lograr alcanzar estos objetivos. Sin embargo, uno de los factores que suponen una amenaza para este cambio, según la Comisión Europea, es la baja aceptación por parte de los consumidores de las alternativas de movilidad más sostenibles.
ACA está firmemente convencida de que es posible afrontar estas dificultades y para ello ha lanzado el reto DesAUTOxícate. La sensibilización e información de la población es clave para cambiar las dinámicas de movilidad de los ciudadanos, especialmente en las grandes ciudades, así como para empoderarles en el cambio de modelo e incentivar la participación ciudadana a través de herramientas como los Planes de Movilidad Urbana Sostenible.
Con el fin de cuantificar los beneficios de esta iniciativa y su contribución a la lucha contra el cambio climático, se calcularán las emisiones que los retados hubiesen originado si aún estuviesen “AUTOxicados”. De esta forma se puede comprobar cómo el uso de diferentes alternativas de movilidad, contribuye a la lucha contra el cambio climático al reducir las emisiones de gases de efecto invernadero.
Se tomará como referencia las emisiones que cada retado genera habitualmente durante su día a día, marcando las condiciones previas antes de comenzar DesAUTOxícate. Durante el reto se calcularán las emisiones producidas utilizando modos más sostenibles, comparándolas con las emisiones que hubiesen generado utilizando su vehículo particular. Semanalmente se mostrarán los avances de cada uno de ellos y su contribución a la lucha contra el cambio climático.